No quería animales en casa
Sus hijas, desde bien pequeñas, le pedían un perrito, pero ella se negaba en redondo
Destrozará mis preciosos muebles, las alfombras, lo morderá todo, hará sus necesidades por todos los rincones, el olor, los pelos...
"Y al final, quien se ocupará del animal, seré yo"
"¡No, he dicho que no!"
El día que Elvis entró en sus vidas, mi hermana le espetó a su hija:
¿Dónde está el perro?
¡Aquí!
¿Aquí? ¿dónde?
En la palma de una mano, ahí estaba el perro, si a aquello tan diminuto se le podía llamar perro
Le echó una mirada enfurruñada y de reojo, le recordó lo que pensaba de aquello y sentenció: No quiero saber nada del perro
¡Ay! Si las cosas fueran tan matemáticas...
Pero resulta que esta vida se puede aprender de quien menos te esperas y la felicidad, con una mascota puede ser infinita
Elvis tiene ahora seís años
Campa a sus anchas por toda la casa, es dueño y señor de cada rincón de cada estancia
Es un chihuahua canela y avispado, con malas pulgas para quien no conoce y tiene robado el corazón a todo la familia
En cuanto a mi hermana, qué les voy a contar...
Le da de comer, lo acurruca a su lado, se enfada con las niñas cuando lo hacen enfadar y, cómo no y como ella preveía, lo saca cada día tantas veces sean necesarias
Y entre nosotros, le habla como si le hablara a una de sus hijas, con nombres cariñosos y extraños
Elvis le corresponde con lametones, saltos y fiesta a la altura del amor que recibe
¿Os acordáis de aquello de "no quiero perro en casa"?
¡Ay, si la vida no nos sorprendiera!
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