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martes, 7 de noviembre de 2017

REINVENTARSE

Acostumbrarse al dolor es fácil

Ella lo sabía más que nadie

Cuando eres pequeña no lo entiendes pero creces con ello, en casa es lo normal

En la adolescencia, han acabado con tu rebeldía antes siquiera de que puedas saber qué es eso

Tratas de huir con el primer hombre que cree que eres tímida por naturaleza y que tiene un simple gesto de cariño como cogerte de la mano

Tu primer hijo nace antes de que sepas qué es ser niña

Te aferras a ese muñeco como un salvavidas, crees que por fin has dejado atrás tantas cosas oscuras

Con 16 años crees que por fin todo irá bien

Eres madre, nada malo puede volver a ocurrir

Has conseguido salir de la oscuridad: violencia, gritos, miedo

Sigues teniendo miedo, pero ya no es ese miedo que vivía instalado dentro de ti desde que tenías uso de razón

Ahora es miedo a no saber vivir con un marido y un hijo, nadie te enseñó a dar

Con tu hijo aprendes que es fácil, es dejarse llevar, dejar salir toda esa ternura y ese amor que han vivido siempre dentro de ti pero que nunca han visto la luz

Con tu marido...todo va bien durante unos meses

Entonces tu marido se da cuenta que nunca fuiste nadie, que siempre opina él, que siempre decide él, que manda él

No te ve como a un igual

Te ve como un estorbo, una inútil, una incapaz

Tan joven como tú, le supera la situación más que a ti

Entra, sale, quiere dormir, el niño llora, tú no lo sabes hacer callar, la comida no le gusta, le falta sal, no hay dinero para disfrutar

La primera paliza casi no te sorprende, te deja sin palabras, pero no te sorprende, alguno puede pensar incluso que la esperabas, que la buscabas

Y la ternura y el amor vuelven a esconderse. Vuelve el miedo, aunque nunca se fue

Tú objetivo, pase lo que pase, es que tu hijo no sufra. Aunque en el fondo sabes que se da cuenta de todo

El daño físico es el de menos porque siempre hay una excusa

En cuanto al daño emocional, ese no lo perdonarás nunca

No perdonarás a los adultos, no perdonarás a quién no te salvó, no perdonarás a quien no hizo nada, a quién calló

Y no te perdonarás nunca a ti misma

Y tú no puedes hablar. ¿Acaso no hablan por ti tus ojos? ¿No hablaban por ti tus ojos?

Abuelos, profesores, amigos si es que los tuvo, padres de amigos, vecinos, policías

¿Ahora quieren que hables tú? ¿Ahora que no debes hablar? ¿Ahora que debes callar más que nunca por tu hijo?

Tienes 30 años, un trabajo precario y a tu hijo

Hoy decides ir a la peluquería con el único dinero que tu marido no te fiscaliza: tus propinas

Seis meses han pasado desde la última vez

El dinero que consigue sisar es para que su hijo no se sienta diferente al resto de niños: unas zapatillas deportivas, un vídeo juego

Él ya es diferente, ella lo sabe. Intenta atenuar esa diferencia

Pero acabas de entrar en la peluquería y aún te resuenan en la cabeza la voz de tu hijo: mamá, por favor

Solo tres palabras, pero se le han clavado en el alma: mamá, por favor

No ha necesitado decir más, ella sabe lo que significan

Después de seis meses entras en la peluquería y con las palabras resonando en tu cabeza te sientas

Pides que te corten el pelo: bien cortito, por favor, claro que si cariño, llega el verano, estarás más fresquita, a mi marido le gusta largo pero...

Tú no sigues hablando, la peluquera deja de sonreír un segundo y empieza a prepararte, vuelve la sonrisa a su cara, triste, le has hecho estar triste. Porque ella, como todos, saben

Abres la puerta de la peluquería y cuando el aire te da en la cara y ya no sientes tu melena, y sientes que el aire te da solamente en la cara, en ese preciso instante, sabes

Sabes que hoy tu vida cambiará

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