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lunes, 6 de noviembre de 2017

TODA UNA VIDA

Cuando su marido murió, se vistió de riguroso negro

Era lo que se hacía, ya está

Cinco días vistió luto. Ni uno más. Y habían sido hasta demasiados

Si querían hablar que hablaran

¿Vestir luto por quién nunca la había respetado?

Cuando quien te tiene que querer no te trata bien, porqué le tienes que guardar luto

Estás deseando que desaparezca de tu vida y ahora se muere y le guardas luto, anda ya

Con sus hijos hablaba de respeto y de tratar bien, nunca había utilizado una palabra más dura para hablar de su marido, aunque todos ellos sabían lo que ocurría

Lo sabían cuando llegaban a casa y encontraban a su madre en la cocina

Siempre dando la espalda a cualquiera que entrara, escondiendo su rostro y otras cosas

La veían alzar la cabeza, sin girarse, y comenzaba a hablar con voz ronca: ya puedes poner la mesa que tu padre ya quiere comer. Pon plato hondo, hoy hay cocido. Tus hermanos pequeños se han quedado en casa de tu tía

Y así durante su infancia y su adolescencia

Luego, cómo pudo, los envíos lejos a estudiar, los animó a irse de aquel pueblo

Habían vuelto todos para el entierro de su padre

Había vuelto por ella, por su madre

Para estar ahí con ella, para abrazarla y llorar de nuevo todos juntos

Pero esta vez, el llanto de todos ellos era liberador, un llanto que les nacía de lo más profundo de su ser para aliviar todas y cada una de las heridas de sus cuerpos y de sus almas

Un llanto que era cómo un aullido que no solo hacía caer lágrimas, también arrastraba el miedo que aún estando lejos habían sentido

Había empezado hacía mucho tiempo, pero había acabado hacía cinco días

Nunca había tenido tanta determinación en su vida cómo cuando ella decidió que a aquel hombre que era su marido se le había acabado el tiempo

Si todo el pueblo, sus hijos, toda su familia, decían que la mejor cocinera del mundo, de algo le tenía que servir

¿Quién iba a sospechar de que un hombre con ochenta años muriera en su cama plácidamente?

No fue una cosa rápida y poco meditada, porque tenía claro que ella iba a disfrutar de la vida los pocos años que le quedaban y no iban a ser en una cárcel

Era tan bonita su huerta, cualquier cosa que plantara arraigaba y crecía

Todo el mundo sabía que en ella tenía plantadas hierbas de todo tipo, para sus guisos, claro

A los cinco días del entierro de su marido, lo primero que hizo fue arrancar todas esas plantas y las quemó

Lo segundo fue decirle a sus hijos que se ocuparan de venderle la casa y de buscarle un pisito en la ciudad

Lo único que pidió fue una cocina grande y luminosa, lo demás le daba igual

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