Páginas

martes, 7 de noviembre de 2017

HERENCIA

Para él el fuego tenía un significado especial

Se había criado con sus abuelos, en un pequeño pueblo de montaña

La escuela más cercana estaba a 5 km de distancia del caserío de sus abuelos

Pocos vecinos, ningún otro niño cerca que no fuera en horario escolar

Su abuelo lo llevaba y lo traía de la escuela cada día

La escuela era el único lugar en el que tenía contacto con niños de su edad

Su primer contacto con el fuego había sido la inmensa chimenea que presidía la cocina de su abuela

Y aún hoy, cerraba los ojos y veía a su abuela inclinada casi dentro de aquella chimenea, removiendo el puchero que descansaba sobre un trébede, desde buena mañana

Y los pies de esa misma chimenea se sentaba él a hacer sus deberes por las tardes, con el perro más anciano del caserío a su lado, recibiendo el calor del fuego

Su abuelo haciendo las labores del campo, su abuela ocupándose de los animales y trajinando en la cocina

Sus abuelos eran de pocas palabras, tenían demasiados frentes que atender y el tiempo no siempre era propicio

El crepitar de la leña consumida por el fuego era a veces su única compañía

Luego llegaba el verano y todo aquel silencio desaparecía como por arte de magia

El carácter de sus abuelos variable casi de manera imperceptible, excepto para él que los conocía tan bien

Los caseríos vecinos se llenaba de niños venidos de las capitales

Su algarabía llenaba los prados y los bosques cercanos

Las tardes ya no transcurrían en una cocina llena de humo, de silencio y oscuridad

Y esas noches de verano también estaban relacionadas con el fuego

Un buen día, su abuelo hizo una hoguera en un prado cercano a la linde de un bosque

La primera vez de aquello, se lo llevó a él y a cuatro niños más

Esa noche comieron truchas pescadas por ellos mismos en el río, ensartadas y cocinadas por su abuelo en aquella hoguera

Al principio cohibidos. No sabían qué podían contar delante de su abuelo

A los diez minutos los cinco niños se atropellaban para contar su vida en la capital, las mil travesuras del día

Su abuelo los dejaba hablar, movía la cabeza asintiendo a lo que escuchaba, reía con ellos

Los hacía sentirse importantes, adultos

La segunda hoguera, pocos días después, reunió a más de diez niños

Aquello se convirtió en un ritual que se repetía tres veces a la semana, todos los veranos

Cuando nació su primer hijo, rehabilitó el caserío de sus abuelos, ya abandonado

Desde entonces, todos los veranos volvía a la casa que lo había visto crecer

Con su mujer habían aprendido a cocinar directamente en la chimenea, aunque en la ciudad tenían las mayores de las comodidades, en aquel lugar no las necesitaban

Por la noches, encendían una hoguera en la linde del bosque, y asaban el pescado que durante el día habían pescado

Se arrebujaban en unas mantas cuando bajaba un poco la temperatura y con su hijo en brazos rememoraba tiempos pasados

Su hijo ha crecido, ahora la hoguera se llena de niños ansiosos de historias contadas por ellos mismos, en los que los adultos no intervienen, son simples observadores del paso del tiempo

Entre las llamas del fuego aún puede ver a su abuelo con una sonrisa, el rostro curtido por la edad y el trabajo a la intemperie, disfrutando como un niño más alrededor de una hoguera

Aquellas noches estrelladas alrededor de una hoguera eran sus recuerdos más preciados

Receta relacionada AQUÍ




No hay comentarios:

Publicar un comentario

DEJA AQUÍ TU COMENTARIO... ¡LA FARSA ES RÁPIDA!