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viernes, 10 de noviembre de 2017

KILÓMETROS DE POR MEDIO

Cogió el coche y huyó sin ningún rumbo fijo

Porque aquello era una huida

Veinte o doscientos kilómetros

Pulmones contraídos. Boqueando como un pez sin agua

Manos apretando fuertemente el volante. Nudillos blancos por la fuerza. Dolor en brazo izquierdo, en el pecho

No puede respirar

Ella sabe que es una crisis de ansiedad

Lágrimas, muchas lágrimas. Ojos bien abiertos

De esta no se morirá, a menos que apriete demasiado el acelerador o se salga de la carretera

Se le pasa por la cabeza

Sigue. No vuelvas allí

Nada de lo que dejas atrás lo necesitas para vivir

Sigue. Puedes empezar donde quieras. No vuelvas

La situación no va a cambiar

Los gritos. Los gestos despectivos. Las palabras hirientes

Duelen, duelen mucho más que un ataque de ansiedad

¿Cómo ha podido llegar hasta esa situación?

¿Cómo no supo atajarla antes?

Hablar. Reconducir su vida

Pero se acabaron las palabras. Empezaron los reproches. Siguieron los silencios

El amor hace mucho que se convirtió en odio. Aunque el odio también había desaparecido para dar paso a una profunda amargura

Sin darse cuenta. Casi sin darse cuenta

No sabe cómo enmendar los errores de esa relación

Así que ahora huye

La indiferencia le puede. No es el primer ataque de ansiedad. Pero está vez, no quiere que él la vea

No quiere ver su mirada de fastidio, su despreocupación

Y sobre todo no quiere que piense que lo hace por chantaje

Necesita estar sola. Necesita sentir su propio silencio y no el que él le impone en su propia casa

Sólo tiene que hacer kilómetros. Calamarse. Dejar pasar asfalto y kilómetros

Y tiempo. Sola. Necesita tiempo a solas

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