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jueves, 2 de noviembre de 2017

PEQUEÑOS MILAGROS

La voz casi quebrada al despedirse de ella, los ojos brillantes con alguna lágrima en el rabillo del ojo

Ella no podía hacer nada. Todas los brazos eran necesarios para salir de la miseria que los roía

Ella le confesó que le quitaba comida a sus hermanas, a la abuela, a ella misma, para que él pudiera comer mejor, era lo único en lo que podía aliviarlo

Su madre tenía buena mano en la cocina

Sus platos parecían pequeños milagros, era imposible hacer comidas tan ricas con tan pocos alimentos

Aquella caldereta, eso si que era un milagro

Un auténtico milagro que sólo se repetía una vez al año, el momento de la matanza

Cuando tuvo la oportunidad de cambiar de vida no lo hizo

Los malos momentos quedaron atrás y ahora sólo disfrutaba de las cosas buenas que le ofrecía el vivir permanentemente al aire libre

En días con niebla, aún podía ver a su madre subiendo por el camino, con su pañuelo negro al cuello y un hatillo en el brazo, casi corriendo, con la vista puesta en el camino para no caer y una sonrisa dibujada en su cara cuando ya veía a su hijo

Tenía siete años

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