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miércoles, 2 de mayo de 2018

BIZCOCHO DE QUESO Y LIMÓN EN OLLA GM D

Desde el día que salió dando un portazo de aquel despacho, poco podía imaginar el rumbo que tomaría su vida

Semanas antes de aquel portazo, ya se veía venir malos tiempos. Y aunque no se imaginaba que le pudiera afectar a él, se sentía nervioso y preocupado, como el resto de la plantilla. Pero cuando eres alto ejecutivo de una gran corporación, juegas en otra liga

Por eso aquel portazo, por lo insospechado de su despido. Cierto que no se iba con las manos vacías. De hecho, lo echaron con las manos llenas y los riñones bien cubiertos

Aunque a ese nivel, el dinero era importante pero no determinante

En sus quince años como ejecutivo, se lo habían disputado grandes empresas, nunca había tenido problemas para elegir. Pero al llegar la crisis al sector financiero, empezaron a caer las más altas torres

Siempre había disfrutado con su trabajo: llevarse el gato al agua con la competencia, la rivalidad entre compañeros, llegar a final de cada trimestre con resultados escandalosos

Todo eso le proporcionaba la clase de vida que cualquiera hubiera deseado

Pero en el fondo, seguía siendo aquel chico, hijo único de unos padres humildes que hicieron todo lo que estuvo en sus manos para darle la mejor educación y formación. Aquel chico humilde en un mundo de ricos, que supo aprovechar todas sus oportunidades

El que seguía disfrutando yendo a su pueblo a veranear, el que se casó con su novia de toda la vida. Aquel al que le apasionaba la música, aquel que soñaba con tocar, con ser músico. el que soñaba tener un grupo y tocar de pueblo en pueblo

un apasionado del jazz, del blues y de todo lo que rezumara notas musicales

Con cuarenta años y como ejecutivo financiero en paro, en plena crisis económica, tal vez fuera una locura, pero tras salir hecho una furia de aquel despacho donde lo despidieron, la primera imágen que le vino a la cabeza no fue buscar trabajo, no

Desde ese momento, la idea fue otra, Una largamente soñada

Había hablado tanto de eso. Con sus amigos, su pandilla de cuando era adolescente en el pueblo, en tardes infinitas de aburrimiento, rodeado de litronas y de sus primeros cigarrillos. Había hablado con su novia, la mujer que se convirtió en su compañera

Esa idea siempre había estado allí, en su cabeza y en su corazón

Era ese sueño, del que la vida te va alejando poco a poco, a fuerza de realidad

Hacía tanto tiempo que ya no pensaba en aquello, que cuando la idea se le vino a la cabeza, hasta se rió

En el fondo, siempre había sido un soñador

¿Y si ese era el momento de cumplir su sueño?

Aquel en el que se veía como dueño de un local, estilo años cuarenta, donde se reunieran los mejores músicos para tocar. Donde se recuperara el gusto por la música. Lleno de instrumentos de todo tipo, sobre un escenario, para que cualquiera que se sintiera tentado, los pudiera tocar. Concurrido por gente que supiera apreciar el auténtico blues

Su sueño no era barato, pero aún invirtiendo todo lo que tenía en esta vida y perdiéndolo, saldría ganando

Porque los sueños que se persiguen, no tienen precio

PD Relato dedicado a Sílvia Yébenes y compañía











INGREDIENTES

185 g de mantequilla
185 g de crema de queso
1 cucharada de ralladura de limón
330 g de azúcar
3 huevos
150 g de harina bizcochona (con levadura incorporada)
100 g de harina
Azúcar glas


ELABORACIÓN

Dejar la mantequilla y el queso crema fuera de la nevera 2h antes de empezar a elaborar el bizcocho

Batir la mantequilla, el queso y la ralladura de limón

Añadir el azúcar
Batir

Añadir los huevos
Batir

Añadir las harinas en dos tandas
Batir a velocidad baja

En la cubeta, poner papel horno que suba unos dos dedos por las paredes

Verter la masa en la cubeta

Menú Horno 40' + Tapa Horno hasta dorar al gusto

Dejar enfriar encima de una rejilla

Espolvorear con azúcar glas

Receta adaptada de la colección Estilo Gourmet Repostería casera Editorial Susaeta pág.20

Consejo de La Farsa

*Si queréis un bizcocho en forma de rosca, solo tenéis que poner un aro de los que se utilizan para emplatar, en el centro de la cubeta. Verter la masa alrededor, con cuidado de que no se desplace. Engrasarlo con spray para desmoldar para que salga sin complicaciones


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