Escucha, me decía mi abuela, algún día serás como yo, así de viejita
Es de las pocas cosas que recuerdo de ella. Esa frase y su pelo blanco recogido en un moño apretado y pequeño
La disfruté poco, a mi abuela. Cuando nací ya era bastante mayor y según mi madre, verme siempre enferma la hubiera matado mucho antes
Mi abuela se equivocaba. Mi expectativa de vida no es muy halagüeña, según los médicos dirían incluso que ha durado demasiado
Según mi madre qué sabrán ellos. Porque, según mi madre, cuando alguien quiere seguir en este mundo, sigue, punto, no hay más que hablar
Mi madre siempre intenta ser positiva cuando está conmigo, por aquello de que a los enfermos se les debe evitar cualquier preocupación que pueda alterar su estado de ánimo
Pero, qué queréis que os diga, a mi me encanta mi madre y su vena dramática. Y a dramática no le gana nadie. Le sale sin querer
Lo mejor es cuando pasa el médico a visitarme. Él siempre cauto en sus alegrías, prudente en los avances positivos, sin dar esperanzas para que nos preparemos para lo peor
Y entonces, sale de la habitación y ahí está mi madre
Que qué sabrá ese estirado, que si no lo ha visto sonreír nunca, que si supiera lo fuerte que soy no diría esas tonterías. Que si desde los doce años estoy así, entonces si que estaba mal, pero ahora, ahora estoy como un roble. Que solo tengo que comer, descansar y olvidarme de lo que me dice ese médico, sabrá ella lo que es verme mal, pero mal de verdad
Sé que lo hace por mi, porque cuando él está en la habitación, mi madre lo escucha y lo mira, diría que hasta con devoción
También sé que en cuanto cierro los ojos, corre tras él. Solo ellos saben lo que se dicen
Siempre hablan de mi, claro
Me gusta ver a mi madre repartiendo refranes a diestro y siniestro. Enfadada con el mundo
No me gusta por el motivo que lo está, claro
Estar enferma desde los doce años me da derecho a tener un humor bastante negro. Es una de las pocas cosas que me puedo permitir y no voy a renunciar a él
Para mi hermana y para mi, mi madre es nuestra fuente de risas
Ella lo sabe y se enfada con nosotras
Nos dice que no tenemos vergüenza, que cómo nos podemos reír de mis vómitos, de la cuña, de mis brazos amoratados por los pinchazos, de la muerte, de la enfermedad
¿De qué puedo reírme entonces con treinta y dos años y en una cama de hospital meses enteros?
A veces la descubro medio sonriendo después de haberse puesto muy dramática
Una sonrisa que intenta ocultar tapándose la boca y saliendo toda digna de la habitación, mientras nosotras nos estamos tronchando de la risa
Yo sé porqué lo hace
Lo hace porque después de esa sonrisa llegan las lágrimas
Por lo que perderá. A mi
¿El tiempo? No lo sé
Si con doce años fui un milagro ahora con treinta y dos ya no sé lo que soy
Hace mucho tiempo que dejé de lamentarme y ya no dejo que nadie me compadezca
Enferma he sido mucho más feliz que muchas personas sanas
Así que si, mi abuela se equivocaba. Si no cambian mucho las cosas no llegaré a viejecita
O igual, quien tiene razón es mi madre y los entierro a todos
¡Cómo es esta vida!
PD Este no es un relato triste, ni mucho menos. Es un canto a la fortaleza humana, a las personas que se crecen en las peores situaciones. A esas personas que tienen un humor pasmoso a pesar de todo.
Relato inspirado y dedicado a ToñiLaToñi
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