A pesar de nacer en un pueblo de pescadores nunca le gustó comer pescado
Lo que le atraía era el momento en que las barcas llegaban a la playa. Ese momento, en que los pescadores hacían el último esfuerzo antes de ir a descansar. Cuando descargaban el botín, porque para ella era cómo un tesoro. Cajas y cajas, llenas de colores hermosos, en movimientos espasmódicos, brillos imposibles que solo veía en esos momentos
Siempre se escapaba de su casa para contemplar ese momento
Su madre lo sabía y la dejaba hacer
Aunque no entendía que se sintiera atraída por ese ritual y que, en cambio, fuera incapaz de hacerle comer pescado. Lo había intentado todo.
Al principio, pensó que era por pena. Pena por comerse un animal que había visto vivo
Con el tiempo descubrió que además de no soportar el olor, lo que no entendía es como las personas eran capaces de comerse esos colores, esos colores que ella había buscado allá por donde paseaba y no había logrado encontrar
Eso se lo había explicado a su madre con 5 años. En ese momentos, todos se rieron con la ocurrencia de la pequeña a la que su abuelo llevó a la lonja por primera vez
Ahora, como mujer adulta, seguía disfrutando bien temprano de la llegada de las barcas, cada vez menos barcas
Seguía sin comer pescado y seguía sin poder soportar su olor
Pero había logrado captar los colores y brillos de los miles de peces que había observado a lo largo de los años
Viendo sus cuadros, el mundo entero sabía que lo había conseguido
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