No era la primera vez que le ocurría
Sentarse en el metro y que una fuerza invisible la clavara en el asiento
No querer levantarse, pasar su parada de largo, seguir
Cuando le ocurría no pensaba en nada especial, simplemente su mente se ponía en blanco y solo oía anunciar las diferentes paradas
Como si ella no fuera en aquel vagón, como si no formara parte de toda aquella gente que como hormigas se iban distribuyendo en una danza no ensayada, sentándose, entrando, saliendo, caminando, esquivando
Puede ser que fuera el soniquete que salía de los auriculares de aquella chica sentada a su lado, una música hipnotizante, como el flautista de Hamelín pero a la inversa
Pero hoy le volvía a ocurrir
Tres paradas, dos paradas, y ni intención de moverse
Su parada, la gente agolpándose en las puertas, buscando hueco para poder salir, y ella sentada
No se puede levantar, no es nada físico, está en su cabeza
¿Y si sigue? ¿Y si sigue sin mirar atrás? ¿Y si lo deja todo atrás?
Poder seguir en aquel metro, no volver a la realidad, a la rutina
Sentada, con música de cualquier estilo de fondo para dejarse llevar, para no pensar
Y seguir
Y en el último segundo, un resorte la empuja hacia la salida, a punto de cerrar puertas, a punto de verse atrapada
¿Seguir? ¿Para qué? ¿Marchar? ¿Para qué?
Ella no necesita un transbordo
Ella necesita un tren de larga distancia
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