Ser madre había sido lo mejor del mundo, sin dudarlo un segundo
Todas esas sensaciones que se agolpaban dentro de ti, sin poder ponerles nombre ni explicación
Que te invaden desde el minuto uno
Ese sentimiento feroz de protección que se despertaba de repente, sin miramientos, sin control
Que te hacía pensar en matar, si fuera necesario, por aquella criatura que te ponían en los brazos y a la que te pasabas horas mirando con incredulidad
Todo eso y más era convertirse en madre. Mucho más
Pero el día que te decían que ibas a ser abuela...
Otra vez volvían todas esas sensaciones que no habías sabido explicar con palabras, si es que alguna vez se habían ido
Volvían, si, pero de otra manera. Tampoco era fácil de explicar
Volvían atenuadas pero no con menos fuerza
Ya no tenías que vivir con el alma en vilo cada segundo de tu vida
Eran otros los que se ocupan de esa niña, otros los que sacaban las garras, si era necesario
No eras tú la que se tenía que preocupar de convertir a esa niña en una buena persona, feliz, educada, bondadosa, responsable y tantas otras cosas más
A ti lo que te ocurría es que se te llenaba el alma entera de un amor tan profundo e increíble, capaz de desbordarse por cada poro de la piel
Eso y nada más
Ahora esperando a su nieta, a la que tanto echaba de menos, a la que no veía tanto como quisiera, se le venían tantos pensamientos a la cabeza
Esperaba a su nieta con una sonrisa
Pensándolo bien, eso también era lo que siempre le ocurría
Le ocurría una enorme y eterna sonrisa cada vez que pensaba en esa niña
Amor y sonrisas para recibir a su nieta
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