"Ya te has sonrojado. ¿Qué estarás pensando?" Le decía su madre, con un movimiento de cabeza. Como un reproche
Sin ver la angustia que la embargaba cada vez que tenía que abrir la boca para hablar
Su hermana pequeña era con la única que podía desahogarse. A ella le podía explicar la impotencia que sentía cuando quería dar su parecer, replicar a alguien con algunas palabras ingeniosas y su timidez se lo impedía
Contestarle a la sabionda de su tía, al que se le colaba en el autobús, al impertinente que se la comía con los ojos sin ningún pudor
Tenía las palabras, las tenía todas. Pero se empeñaban en quedarse dentro
Cuando ya había tomado aire, dándose valor a sí misma, ya era tarde, demasiado tarde
Aquello que fuera a decir ya no tenía sentido: su tía ya había encontrado otra víctima a la que atacar, el caradura del autobús ya estaba sentado al fondo, el grosero ya estaba piropeando a la siguiente
Muchas veces, su hermana pequeña la encontraba encerrada en la cocina murmurando palabras atropelladas, que nadie podía descifrar, unas encima de las otras
Todas aquellas palabras que había guardado todo el día dentro de ella por fin se liberaban
La palabra justa, la frase brillante, el elogio perfecto, la explicación adecuada...

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